Cuando uno se sienta a cenar en una mesa en un bar, es inevitable escuchar parte de las conversaciones que mantienen los comensales de las mesas cercanas. Unas veces te tocan cerca clientes educados y silenciosos. En otras ocasiones gente que chilla maleducadamente y escandaliza muy a sus anchas, sin que nadie les diga nada. Esto último me molesta inimaginablemente, sobre todo si son conversaciones gilipollas.
Por eso, cuándo el sábado se nos puso cerca un grupo de gente gritona (debían ser todos hijos e hijas de verduleros) me fue inevitable escuchar su conversación, y os cuento como fue parte de ella:
-Tía, yo creo en los viajes astrales- comentaba una comensal.
-¡Oh! ¡Yo también! ¡Yo también! Ayer mismo me pasó - exclamó otra muy emocionada.
-¿En serio?- preguntó incrédula.
-Sí. Ya decía yo que antes había caminado por estas calles y que había comido en este mismo bar. ¡Y resulta que fue un viaje astral!- explicó muy escandalosamente.
A mí todo me sonó muy falso y sobretodo muy pretencioso, y tras esa demostración de estupidez no pude más que levantarme de un salto y golpearla en la cara con un servilletero grueso de metal, quedándome más a gusto que un arbusto. No pude por menos que escuchar la conversación que estaba teniendo lugar en la mesa de al lado.
Por eso, cuándo el sábado se nos puso cerca un grupo de gente gritona (debían ser todos hijos e hijas de verduleros) me fue inevitable escuchar su conversación, y os cuento como fue parte de ella:
-Tía, yo creo en los viajes astrales- comentaba una comensal.
-¡Oh! ¡Yo también! ¡Yo también! Ayer mismo me pasó - exclamó otra muy emocionada.
-¿En serio?- preguntó incrédula.
-Sí. Ya decía yo que antes había caminado por estas calles y que había comido en este mismo bar. ¡Y resulta que fue un viaje astral!- explicó muy escandalosamente.
A mí todo me sonó muy falso y sobretodo muy pretencioso, y tras esa demostración de estupidez no pude más que levantarme de un salto y golpearla en la cara con un servilletero grueso de metal, quedándome más a gusto que un arbusto. No pude por menos que escuchar la conversación que estaba teniendo lugar en la mesa de al lado.