lunes, 25 de abril de 2011

Fast car

A veces tengo miedo de que nuestro coche vaya lo suficientemente rápido como para estrellarse. A veces me imagino no mejorando mi empleo y a ti con un trabajo estupendo, tan bien colocada que te avergüences de mí, porque me aterra no dar la talla o no ser lo suficientemente bueno. En esas ocasiones pienso que el día que no esté a la altura, podría derrumbarme tanto que tú no quieras ni intentar tirar de mí, y es entonces cuando me doy cuenta de que ese es mi mayor miedo.

Me he embarcado en algo muy grande, y muy duradero. Quizá en lo más complicado que haya hecho nunca, y aunque sé que lo estoy haciendo bien y que debería sentirme afortunado, a veces se hace difícil. Muy poquitas veces me pasa que soy incapaz de ver nada bueno en lo que hago, y en esas ocasiones me asusto como un cachorrito. Pero entonces me doy cuenta de que ese no soy yo, y me enfado. Yo no soy el cachorro que se queda al amparo de la madre en la madriguera, yo soy aquel que sale al exterior por su propia cuenta. Y después me invade una especie de euforia difícil de explicar que me hace sentirme a un paso de saltar al vacío, sabiendo que voy a avanzar pase lo que pase, y que voy a soportar la caída. Y que voy a levantarme y a seguir el camino que he elegido hasta el final, me lleve a dónde me lleve. Y ya no me importa a qué velocidad vaya el coche, ni lo dura que sea la carretera, porque sé que siempre vas a ser mi copiloto.

2 comentarios:

  1. Tener miedo es algo natural y necesario. No confiaría jamás en alguien que no lo tuviese.

    Hay quien sufre el miedo de manera que los inmoviliza: esos se vuelven sumisos, torpes e inseguros. y cuanto más miedo tienen, más paralizados están.

    Están aquellos (a quienes me parezco) que lo notan en cambio como una sacudida, haciendo que salgan al exterior con la agresividad escociendo en la punta de los dedos. Esto no es mejor que lo anterior: correr ciegamente hacia lo que te aterra es sólo un poco más valiente que quedarse quieto, y muchas veces más peligroso.

    Y finalmente están los menos, los que valen, de los que me gustaría aprender. Esos ven el miedo como un aviso, pero seguirán adelante con sus planes pese a todo. Con miedo y todo, seguirán seguros hacia lo que desean, actuando incluso con mayor sabiduría y prudencia que si no lo sintieran.

    Tú eres de estos, zorro.

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  2. Gracias, porque tú me animas como nadie. Tú me haces mejor persona, me das ganas de ser mejor, y siempre sabes darme confianza cuándo la pierdo. Por eso te necesito tanto, gata.

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Cada vez que te marchas sin dejar un comentario Dios mata un gatito. Piensa en ello.