martes, 22 de febrero de 2011

Cuando uno se sienta a cenar en una mesa en un bar, es inevitable escuchar parte de las conversaciones que mantienen los comensales de las mesas cercanas. Unas veces te tocan cerca clientes educados y silenciosos. En otras ocasiones gente que chilla maleducadamente y escandaliza muy a sus anchas, sin que nadie les diga nada. Esto último me molesta inimaginablemente, sobre todo si son conversaciones gilipollas.

Por eso, cuándo el sábado se nos puso cerca un grupo de gente gritona (debían ser todos hijos e hijas de verduleros) me fue inevitable escuchar su conversación, y os cuento como fue parte de ella:

-Tía, yo creo en los viajes astrales- comentaba una comensal.
-¡Oh! ¡Yo también! ¡Yo también! Ayer mismo me pasó - exclamó otra muy emocionada.
-¿En serio?- preguntó incrédula.
-Sí. Ya decía yo que antes había caminado por estas calles y que había comido en este mismo bar. ¡Y resulta que fue un viaje astral!- explicó muy escandalosamente.

A mí todo me sonó muy falso y sobretodo muy pretencioso, y tras esa demostración de estupidez no pude más que levantarme de un salto y golpearla en la cara con un servilletero grueso de metal, quedándome más a gusto que un arbusto. No pude por menos que escuchar la conversación que estaba teniendo lugar en la mesa de al lado.

miércoles, 2 de febrero de 2011


Allá por los años 30, un abogado llamado Paul Otlet publicó sus dos obras más trascendentes sobre un problema que llevaba toda la vida quitándole el sueño: cómo hacer que todo el conocimiento fuera registrado y estuviera disponible para quien lo necesitara y con ello contribuir al enriquecimiento intelectual de la Humanidad.

Para ello se ideó en los años 70 un sencillo sistema: el número ISBN. Para que todo el mundo lo comprenda, el ISBN (International Standard Book Number) es un número que aparece en los libros (generalmente en su colofón, esa página dónde pone dónde y en qué año se publicó entre otras cosas), algo así como su DNI internacional, y es una herramienta de catalogación fundamental para los biblioteconomistas.

¿Y qué es un biblioteconomista? Pues es una persona cuya función es conocer la información, los soportes en los que se presenta, y cómo encontrarla para poder satisfacer las demandas informativas de la sociedad, por supuesto sin fines lucrativos. Habitan normalmente en las bibliotecas, los archivos, y los centros de documentación.

Pues bien, hasta el 23 de diciembre del 2010 el ministerio de cultura era quien se hacía cargo de satisfacer gratuitamente las demandas de nº ISBN para quien quisiera publicar un libro. Desde esa fecha, esta gestión corre a cargo de la Federación del Gremio de Editores de España (FGEE), quienes ya se han encargado de ponerle un precio.

Pero lo que me indigna verdaderamente de este asunto son las declaraciones del director ejecutivo de las FGEE, Antonio María Ávila, quien dice con toda la ignorancia del mundo que el código ISBN nació con un objetivo comercial y no para “mera información bibliográfica”. A este triste personajillo quiero explicarle lo que me enseñaron a mí en la facultad: que la información no es un privilegio, es un derecho que tenemos todos.

Por alguna razón esto ha pasado totalmente desapercibido en nuestro país. A nadie debe haberle parecido importante publicar que ahora si alguien realiza un estudio importantísimo sobre el cáncer y cómo combatirlo, tendrá que pagar para poder poner esa información en curso.

Para más información: http://www.suite101.net/content/la-privatizacion-del-codigo-isbn-a33935