domingo, 14 de febrero de 2010

Si hay algo que me fastidie aún más que cuándo ese trozo de carne que creía que tenía bien pinchado en el tenedor se desprende y cae con fuerza sobre la salsa, salpicando, y mancha la camiseta que me acababa de poner recién lavada, es esa gente que se te cruza en la carretera sin poner el intermitente y encima te pita.

Y por eso, cuándo hace dos días un vehículo rojo y de aspecto caro se me cruzó en una rotonda a punto de estrellarse conmigo y encima me pitó, no me quedó más remedio que acelerar con toda la fuerza que pude sacar de mi coche, y embestirle por detrás. El coche rojo se salió de la carretera y dio dos vueltas de campana mientras que yo me alejaba del lugar relajado y con el paragolpes abollado.


Y por eso, cuándo hace dos días un vehículo rojo y de aspecto caro se me cruzó en una rotonda a punto de estrellarse conmigo y encima me pitó, me sentí frustrado. No le grité por la ventanilla, ni le hice gestos obscenos, pues soy una persona educada, sin embargo deseé con todas mis fuerzas que se saliera de la carretera y no tuviera dinero para pagar las averías del coche.