lunes, 31 de agosto de 2009

El otro día recordé la anécodata con la que mi profesor de filosofía logró ganarse mi respeto y admiración, si bien no consiguió que me interesase su asignatura. Pero bueno eso es otra historia y será contada en otra ocasión.

El caso es que en medio de clase, siempre le gustaba (y nosotros los agradecíamos, pues sus clases eran espesas y aburridas) ponerse a divagar y hablarnos de cosas que no tenían nada que ver con la materia. Y aquel día recordó un estudio que había leido en nosedonde, en el que se demostraba que cuanto mas inteligente era una persona, mas perfectas eran las circunferencías que podía dibujar.

Como no, los malotillos, payasos, y demás escoria de la clase profirieron en risotadas y burlas, interrumpiéndole. No podían imaginarse que estaban firmando su sentencia de muerte cerebral.

Mi profesor de filosofía reaccionó de la siguiente manera: les hizo salir a la pizarra a cuatro o cinco de ellos, para que dibujaran una circunferencia en encerado. El resultado fueron cuatro o cinco pateticos huevos de pato, siendo esta la crítica mas suave que se les puede hacer.

Tras ello, les mandó que se sentaran, borró la pizarra, y acto seguido dibujó una circunferencia tan enorme y tan perfecta, que nadie volvió a interrumpirle ese día en clase. Yo aún me rio cuando recuerdo como mirabamos a los cuatro o cinco campeones que había elegido para sacar a la pizarra.

Ya se que no significa nada, pero me apetece mencionar que mi profesor de filosofía tiene cuatro carreras: Filosofía, Latín, Griego, e Historia.